Una nueva manera de ver la alimentación
Cómo crear un sistema alimentario mundial común que apoye la salud de las personas y los ecosistemas
- Autor: Melissa D. Ho
A finales del año pasado pasé un tiempo con líderes y miembros de Sicangu Lakota Oyate, también conocida como la tribu Rosebud Sioux. Celebramos el regreso de los bisontes a sus tierras ancestrales, en lo que hoy se conoce como Dakota del Sur. Juntos, vimos cómo se liberaban unos sesenta bisontes en la zona tribal Wolakota Buffalo Range, unos 28,000 acres (69 mil ha) de pastizales nativos que albergan la manada más grande de América del Norte, propiedad de los indígenas y administrada por ellos mismos. En los últimos cinco años, WWF ha invertido alrededor de $3 millones de dólares en la restauración de las poblaciones de bisontes o búfalos en tierras tribales en este lugar y en las Grandes Planicies del Norte para promover un ecosistema más saludable y ayudar a restaurar los importantes beneficios ecológicos, económicos y culturales que los bisontes brindan a las comunidades indígenas.
En alguna época hubo decenas de millones de bisontes que jugaron un importante papel en la vida de los pueblos indígenas durante mucho tiempo, mismos que dependían de la carne, piel y pelaje de estos magníficos mamíferos; incluso muchos los veneraban como sagrados. Sin embargo, a fines del siglo XIX, la especie fue erradicada casi por completo por los colonos y cazadores blancos. La aniquilación de las manadas de bisontes dejó a las comunidades nativas americanas sin su principal fuente de alimento, lo que tuvo un impacto negativo en su salud y cultura. A la par se degradó el ecosistema que había evolucionado junto con los bisontes en una relación simbiótica durante miles de años.
Para mi, fue una verdadera lección haber participado en este evento de bienvenida de los bisontes, la cual fue especialmente importante ya que la manada había sido trasladada desde el Parque Nacional Wind Cave en Dakota del Sur. La historia de la creación de Lakota cuenta que su gente se originó allí, junto al búfalo, que los Sicangu Lakota consideran como su antepasado. También fue inspirador ver cómo hoy esta comunidad ha alineado sus valores, patrimonio, identidad y recursos para construir un futuro que salvaguarde su soberanía alimentaria, medios de subsistencia y el ecosistema de pastizales, y restaure la relación espiritual y cultural entre el bisonte y la gente.
Me fui de la Nación Sicangu con esperanzas sobre su futuro y entendiendo mucho mejor que el trabajo de WWF para apoyar la restauración del bisonte representa más que regresar al mamífero más grande de América del Norte a sus tierras. Este trabajo está comenzando a corregir errores históricos, sistémicos y dolorosos. Nuestra alianza valora la conexión espiritual de las personas con el lugar y apoya a las comunidades indígenas mientras ponen de manifiesto su propio futuro alimentario y de conservación. Pero aún hay mucho trabajo por hacer.
Eso me hizo pensar en el trabajo de WWF en todo el mundo. WWF se dedica a proteger la naturaleza y transformar los sistemas alimentarios para que sean más regenerativos y resistentes. Nuestra visión es que los sistemas alimentarios mundiales proporcionen alimentos saludables y nutritivos para todos, y que a la vez también protejan y restauren la naturaleza y el clima. Los propios productores de alimentos, especialmente las comunidades locales e indígenas, deben ser el centro de atención si queremos que el movimiento de cambio de los sistemas alimentarios crezca exitosamente. Si bien nuestro enfoque es, y debe ser, basado en la ciencia e impulsado por métricas, también debe hacer hincapié en la lección que aprendí de Sicangu Lakota: que la conexión entre las personas y la naturaleza es fundamental para el éxito de la agenda de conservación que compartimos.
Las sociedades le han dado forma y sustentado la diversidad de la naturaleza en la Tierra durante más de 12,000 años. Las comunidades indígenas y locales siempre han sido protectores esenciales de la naturaleza. De hecho, la pérdida de las especies y la degradación de los ecosistemas a menudo ocurren cuando los pueblos indígenas son despojados de sus tierras y, como ocurre con los Sicangu Lakota, se les impide gobernar de manera efectiva los lugares que permanecen bajo su control.
Apoyar a los pueblos indígenas para asegurar y ejercer sus derechos legítimos sobre sus tierras no solo es lo correcto, sino que es necesario si queremos lograr nuestros objetivos de conservación. Y salvaguardar y restaurar la resiliencia de los ecosistemas es esencial para apoyar su supervivencia y bienestar.
Hoy en día, los avances tecnológicos en la agricultura y la producción de alimentos han permitido alimentar a miles de millones de personas, pero este progreso ha tenido un costo. La producción en masa y la mercantilización de la agricultura y los alimentos no han resuelto todos los problemas de seguridad alimentaria y nutricional del mundo; en muchos aspectos, han creado nuevos desafíos. La producción agrícola actualmente es responsable del 70% de la pérdida de la biodiversidad y representa el 70% del uso global del agua. Y como parte de un círculo vicioso, el cambio climático, exacerbado en parte por la agricultura, está afectando nuestra capacidad de producir alimentos, provocando la pérdida de polinizadores y causando estragos en los suministros de agua dulce.
Los sistemas que deberían nutrirnos y sustentarnos nos están alejando de la salud humana y planetaria, fustigados por políticas, grupos de presión e intereses arraigados que devalúan nuestra conexión con la tierra y su importancia en el sostenimiento de la vida en favor del lucro.
Existen formas de producir alimentos para una población mundial en constante crecimiento sin tener que pagar con la Tierra. Necesitamos hacer que la producción de alimentos sea más inteligente colectivamente, usar la tierra y los recursos de agua dulce de manera más eficiente, emitir menos carbono, reducir drásticamente los desechos a lo largo de las cadenas de suministro y reconocer a los productores de alimentos a pequeña escala como guías y guardianes del conocimiento, y como parte de la solución. De hecho, a menudo son los guardianes de la naturaleza y los mayores aliados de la conservación.
En todo el mundo, trabajamos con comunidades y productores de alimentos que valoran profundamente su relación y su derecho a administrar las tierras y el agua donde viven. Para apoyarlos en la conducción e implementación de soluciones, necesitamos conectar las condiciones locales con las fuerzas globales y construir puentes entre la sociedad civil, el gobierno y el sector privado para innovar soluciones sectoriales basadas en las necesidades del mercado.
Podemos mejorar nuestros sistemas de producción de alimentos revalorando nuestras políticas públicas, deteniendo la conversión de los bosques para la producción de alimentos y salvaguardando nuestros sistemas de agua dulce y hábitats naturales para conservar entornos críticos y los servicios ecosistémicos que estos brindan.
Si apoyamos prácticas agrícolas más regenerativas es posible reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, mejorar la calidad y el uso del agua y garantizar que estemos desperdiciando menos. Y al ayudar a crear sistemas alimentarios más equitativos y sostenibles, también podemos aliviar la inseguridad alimentaria, especialmente en las comunidades que dependen de la agricultura para su sustento.
A lo largo de todos estos esfuerzos, debemos ser conscientes de que, al igual que con los Sicangu Lakota, el trabajo que apoya a los pueblos indígenas y locales como administradores de su propia tierra es la forma de asegurar soluciones resilientes que perduren, y que la innovación no sea únicamente de dispositivos tecnológicos de alto nivel y tecnología satelital (aunque eso también es importante). La innovación también consiste en escuchar a las personas, aprender de su sabiduría y experiencias y crear alianzas genuinas que las apoyen.
Estamos adoptando el mismo enfoque en otros lugares distintos a las Grandes Planicies del Norte, ya que la invasión agrícola en lugares como el Amazonas, la zona Kavango Zambezi de África y el sudeste asiático amenazan los puntos críticos de biodiversidad sin resolver los problemas de seguridad alimentaria de las personas.
No tendremos éxito con un solo proyecto, práctica o innovación. Necesitamos una visión compartida y una cartera de innovaciones, soluciones y proyectos escalables para transformar nuestros sistemas alimentarios actuales y generar resultados positivos para la seguridad alimentaria, los medios de subsistencia y la justicia y la equidad dentro de los límites de la naturaleza, siempre considerando a las personas como el centro de atención de nuestra visión.
Si cambiamos nuestro enfoque y trabajamos juntos para lograrlo, existen muchas oportunidades para impulsar la innovación, ser más eficientes, aumentar la productividad y unirnos a las comunidades.
Como vicepresidenta sénior de agua dulce y alimentos de WWF-US, Melissa D. Ho impulsa iniciativas de transformación que aumentan la sostenibilidad de los sistemas agrícolas y la conservación del agua en beneficio de las personas y los ecosistemas.
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