La conexión entre el alimento y el clima

Pareciera obvio, pero en ocasiones necesitamos un recordatorio. La comida proviene de la naturaleza. Por lo tanto, todo lo que comemos tiene un impacto en el planeta, desde cómo se cultiva, cómo se empaca, cómo llega a los lugares, cómo se cocina y, al final, dónde acaba (por ejemplo, en la barriga, la basura o como abono).

Gran parte de ese impacto recae en nuestro clima. Los bosques como el Amazonas y el Gran Chaco, los pastizales como el delta del Okavango, las sabanas como el Cerrado, los manglares y otros hábitats son destruidos para dar paso a los cultivos o la ganadería. Ese desmonte provoca que se liberen gases de efecto invernadero y, a su vez, equivale a menos árboles, plantas y suelos saludables para confinar carbono. El transporte de los alimentos requiere energía y combustibles fósiles. Si comes proteínas animales, los animales también necesitan comer, lo que requiere más tierra para más cultivos. Algunos de esos animales eructan y emiten metano, otro gas tóxico de efecto invernadero. Además, los alimentos que no se comen, tanto las sobras comestibles como las cáscaras y sobras no comestibles, emiten carbono y metano cuando se dejan pudrir en los vertederos.

Bajo cero

Todo esto suma. El sistema alimentario mundial es responsables del 25% al 35% de las emisiones provocadas por el hombre. Entonces, para abordar la crisis climática, además de acciones como cambiar a fuentes de energías renovables y reconsiderar nuestro sistema de transporte, también debemos cambiar significativamente la forma en que usamos la tierra para la agricultura; debemos pensar de manera distinta sobre lo que comemos. Y, ante una población diversa, en constante crecimiento y hambrienta, debemos hacerlo rápidamente.

Afortunadamente, nuestro sistema alimentario también representa nuestra mayor oportunidad. Podemos reinventar la agricultura como parte de la solución tanto para el clima como para la naturaleza. Los agricultores y ganaderos pueden producir suficiente alimento para alimentar a todos utilizando métodos climáticamente inteligentes, como plantar cultivos de cobertura, elegir un riego eficiente y usar el pastoreo rotativo para que el ganado ayude a mantener los pastizales y los suelos saludables. Las empresas pueden trabajar con las comunidades locales y los pueblos indígenas para garantizar que los bosques y otros hábitats no se destruyan mientras generan sus productos.

La agricultura es el único sector que tiene el potencial de estar bajo cero, o tener emisiones negativas, ya que la rehabilitación de los suelos y la reforestación de los bosques pueden extraer carbono de la atmósfera. Los hábitats naturales y los sistemas agrícolas resilientes también nos ayudarán a enfrentar eventos climáticos más extremos y otros desafíos globales como la seguridad alimentaria.

¿Cómo puedes ayudar?

Todos comemos y todos podemos ser parte de la solución. Estas son algunas de las cosas que puedes hacer:

  • Elige una dieta sana y diversa; evita los alimentos empaquetados y altamente procesados.
  • Haz que se escuche tu voz optando por productos de origen sostenible y desarrollados más sustentablemente.
  • Evita comprar y consumir en exceso.
  • Elimina los hábitos de desperdicio, incluyendo los de la cocina, y aplaude a aquellos amigos, empresas y establecimientos de comida que se suman a esta lucha junto a nosotros.
  • Composta lo que no puedas prevenir o reutilizar.
  • Conoce tus fuentes de alimentos, tanto a tus agricultores y ganaderos como eligiendo marcas que tengan cadenas de suministro transparentes con productores sostenibles.

Si bien existen tecnologías emergentes, así como opciones de alimentos alternativos e innovadoras ideas que surgen todos los días, no existe una solución mágica. Necesitamos poner todas las opciones sobre la mesa y necesitamos colaborar e innovar en todo el sistema.