La bióloga Valeria Ramírez Castañeda descifra la evolución de las especies en la Amazonía

Durante sus estudios universitarios en Bogotá, Valeria Ramírez Castañeda aprendió que las serpientes de jarretera de California evolucionaron para comer salamandras tóxicas, que a su vez se adaptaron volviéndose más venenosos. Este ejemplo de coevolución, cuando entre dos especies se afecta la evolución de una y la otra a través de la selección natural a lo largo del tiempo, despertó su curiosidad: ¿habrán existido relaciones similares entre presa y depredador en las regiones tropicales?

VALERIA RAMÍREZ CASTAÑEDA

HOGAR: Bogotá, Colombia

CAUSA: Promover la comprensión y la conservación de las serpientes resistentes a las toxinas y colaborar con las comunidades indígenas en la investigación científica.

Las investigaciones de Ramírez Castañeda la condujeron hasta la Amazonía colombiana, donde, como ecologista y bióloga evolucionaria, ahora estudia las interacciones entre las venesosas ranas punta de flecha (o dardo) y las culebras, como la serpiente de tierra real, que han evolucionado para resistir las toxinas paralizantes y a veces mortales de las ranas. Con el apoyo de una beca del programa Russell E. Train Education for Nature de WWF, investiga cómo estas relaciones recíprocas impulsan la coevolución y ayudan a mantener la biodiversidad.

La Amazonía, hogar de más de 370 especies de reptiles, es una de las piezas más importantes de la biodiversidad de la Tierra. Perder solo una especie puede disminuir las probabilidades de supervivencia de otras, comenta Ramírez Castañeda, lo que puede desencadenar “una pirámide de consecuencias”. Debido a que cada año se deforestan cientos de miles de hectáreas, es urgente desenredar ese rompecabezas.

¿Cuál obstáculo? La serpiente de tierra real es escurridiza, lo que dificulta su estudio. Entonces, durante la última década, Ramírez Castañeda ha trabajado en estrecha colaboración con colaboradores locales e indígenas en Leticia, una pequeña ciudad colombiana a orillas del río Amazonas, para encontrar e investigar al reptil. Recientemente presentó un proyecto piloto: pedir a los conductores de tuk-tuk que recolectaran serpientes atropelladas para tomar muestras de tejido.

Las comunidades locales son parte integral de su investigación, señala Ramírez Castañeda, pero a menudo se las excluye de la conversación. “Los científicos publican todo en inglés pero en el Amazonas la mayoría de la gente no habla inglés con fluidez”. Ella lucha por traducir los hallazgos científicos para que estén disponibles a audiencias más diversas y ayudar a las comunidades que no hablan inglés a proteger mejor su flora y fauna, incluyendo a las serpientes que a menudo se ven como malignas.

Ramírez Castañeda estima que todos los días se pierden miles de serpientes en Colombia, la mayoría debido a la deforestación, pero también a ataques intencionales. “La gente mata las serpientes por falta de información”, dice ella. “Algunas son peligrosas para los humanos, pero la mayoría no lo son”. Ella espera que al mejorar la comprensión de las personas sobre los reptiles amazónicos, su trabajo ayudará a conservarlos, así como las innumerables especies con las que evolucionaron.