Compartiendo el espacio

Las comunidades lideran el camino hacia una nueva era de conservación a escala del entorno

TIERRA EN COMÚN | Un elefante atraviesa la llanura aluvial del río Aba Huab. En el noroeste de Namibia, especialmente durante una sequía, el agua y el follaje son escasos y deben ser compartidos por las personas y la vida silvestre.

Los sonidos de los babuinos que se pelean y los graznidos de las gallinas de Guinea reciben a Tjavarekua Tjijahura por la mañana cuando se levanta para preparar el desayuno. Ella usa la ropa tradicional de las mujeres Ovaherero: enaguas, un vestido voluminoso con vibrantes estampados y un pañuelo en la cabeza con forma de cuerno que rinde homenaje a parte de su identidad: históricamente, el pueblo Ovaherero es criador de ganado, y criar ganado es una manera común de ganarse la vida.

A woman in colorful traditional clothing

Como muchos namibios, Tjavarekua Tjijahura desempeña un papel activo en la promoción de iniciativas de conservación inclusivas en su hogar.

Si bien el campamento está lejos del pueblo de Tjijahura, ella dice que siente afinidad por este vasto paisaje. Como muchos namibios, creció rodeada de hábitats y animales salvajes.

“Aunque tenemos ganado, siempre hemos vivido como conservacionistas”, comenta Tjijahura.

Está muy claro. La naturaleza es el hogar.

Esta no es la primera vez que Tjijahura recorre este paisaje, el cual las comunidades locales trabajan para incluir en las tierras que han reservado para la vida silvestre como parte de una visión más amplia para la conservación y el desarrollo comunitario. Hace unos años, un viaje a este lugar la inspiró a ella y a un puñado de personas más a organizarse en un grupo de acción, Women for Conservation, para participar en esta misión histórica. Ahora regresa para hablar de esta audaz visión con ellos en la oficina de Ehi-Rovipuka Conservancy.

¿Cuál fue la gran idea? Establecer apoyo para un corredor de vida silvestre entre la Costa de los Esqueletos, donde el desierto de Namib se encuentra con el Atlántico, y el vasto Parque Nacional de Etosha, a unas 100 millas (160 km) tierra adentro. La visión es proporcionar el libre movimiento de la vida silvestre, apuntalar la viabilidad de una forma de vida más esperanzadora y crear nuevas oportunidades para que las comunidades, incluidas las mujeres, se beneficien financieramente de las tierras que han elegido proteger. “El paisaje ya existe”, dice Tjijahura. “El corredor de Etosha a la costa siempre ha estado ahí”.

MUTUO ENCUENTRO | Gustaf Tjiundukamba (izquierda), presidente de Omatendeka Conservancy, camina con Siegfried Muzuma, presidente de Ehi–Rovipuka Conservancy, mientras recuerdan cómo surgió la visión de un nuevo tipo de entorno de conservación liderado por la comunidad en Namibia.

La visión Ovaherero de que los humanos y la vida silvestre coexistan es algo extraordinario en Namibia. Cuando el país se independizó de Sudáfrica en 1990, la protección del medio ambiente se consagró en la constitución e incluyó el uso sostenible de los recursos naturales de Namibia en beneficio de todos los namibios. En 1996, la Ley de Enmienda de la Conservación de la Naturaleza puso los derechos y las responsabilidades de conservar la vida silvestre en manos de las comunidades que viven con ella. La pionera ley enfatizó el control local y alentó a las comunidades a organizarse como conservaciones para administrar y beneficiarse de la vida silvestre en sus tierras comunales.

En las siguientes décadas, el modelo de conservación floreció y las conservaciones se multiplicaron. Hoy en día hay 86 áreas de conservación que cubren casi 65,000 millas cuadradas (168 mil km2), o el 20% de Namibia, el porcentaje más alto de gestión comunitaria en una sola nación en todo el mundo. Las poblaciones de vida silvestre del país, incluyendo rinocerontes negros en peligro crítico y leones que se han adaptado al desierto, han contribuido a una economía turística que emplea a miles de personas y genera más del 14% del PIB de Namibia. WWF ha apoyado el programa de conservación durante más de 25 años.

En la confluencia de dos lechos de ríos secos, dos líderes de conservación se reúnen para hablar sobre la colaboración comunitaria. Siegfried Muzuma es el presidente de Ehi-Rovipuka Conservancy, cuyas tierras comunales forman el límite occidental del Parque Nacional Etosha. Gustav Tjiundukamba es presidente de Omatendeka Conservancy, cuyas tierras están un paso más cerca de la Costa de los Esqueletos.

“Formamos nuestras conservaciones al mismo tiempo”, dice Tjiundukamba, “y tenemos los mismos objetivos”. Él asiente con la cabeza mientras habla, y Muzuma agrega: "La gestión conjunta significa mejores resultados de conservación".

“Estas comunidades han dado el siguiente paso importante de coadministrar sus áreas más importantes para la vida silvestre y convertirse en socios en el esfuerzo por incluir estas áreas en la amplia zona de conservación que une la Costa de los Esqueletos con Etosha”, menciona Juliane Zeidler, directora de país de WWF-Namibia.

La región alberga gran parte de la población de elefantes adaptada al desierto del país y la única población en aumento de jirafas fuera de un área protegida en África, sin mencionar una creciente población de rinocerontes negros.

Reconociendo la oportunidad de unirse para lograr una mayor conectividad del entorno, los hombres se reunieron con los miembros de sus respectivas comunidades, escucharon las distintas voces de apoyo y de incormidad, y se unieron a la mayoría para abogar por la consolidación de sus áreas centrales de vida silvestre para formar el propuesto Parque del Pueblo Ombonde.

ÁRIDO Y ABUNDANTE | Una leona se pasea por el lecho de un río recientemente renovado en Puros Conservancy.

Al trabajar junto con el Ministerio de Medio Ambiente, Silvicultura y Turismo, y con el apoyo de WWF y una serie de otras organizaciones, las conservaciones esperan asegurar el estatus legal de Ombonde y, al hacerlo, establecer su derecho a controlar el acceso a áreas de vida silvestre definidas. Actualmente, los turistas atraviesan gratuitamente todo el país sin la compañía de guías. El establecimiento de zonas turísticas en las que las conservaciones tengan derechos exclusivos de gestión, dice Muzuma, generaría empleos y desarrollo muy necesarios y "cambiaría el nivel de vida de las personas sobre en campo". Además, según el plan de gestión del futuro parque, los miembros de la comunidad podrían continuar utilizando el área en caso de emergencia para el pastoreo de ganado durante las sequías, una amenaza constante en este árido entorno.

El jefe Kenamurire Kasaona, líder tradicional, miembro de la conservación y enlace de Integrated Rural Development and Nature Conservation (IRDNC), una ONG que ha desempeñado un papel de liderazgo en el establecimiento y el apoyo de las conservaciones, señala que está orgulloso de cómo Namibia está corrigiendo errores históricos. Al otorgar a las conservaciones la responsabilidad de gestionar la vida silvestre, Namibia comenzó a restaurar las prácticas precoloniales.

Bajo la colonización, menciona, los animales de caza eran propiedad oficial del estado. Los esfuerzos de conservación ignoraron el conocimiento local y excluyeron a la población rural de la toma de decisiones. Esto privó a las personas que vivían con los animales salvajes y competían con ellos por el agua y las tierras de pastoreo de los beneficios del turismo, la caza y el uso de los recursos. Permitir que las conservaciones controlen el acceso a sus zonas centrales de vida silvestre empoderaría aún más a las comunidades y expandiría las ganancias del modelo de conservación.

“La visión de esta área de conservación ha sido garantizar que los animales puedan moverse libremente y que las personas puedan beneficiarse de esto para las generaciones venideras”, comenta John Kasaona, director ejecutivo de IRDNC (y pariente del jefe). Su padre fue uno de los primeros guardaparques reclutados cuando el programa de conservación estaba iniciando: un cazador furtivo convertido en protector. “Mi papá y los hombres con los que trabajó estarían muy felices de ver lo que sucedió en Namibia”, dice. “Pasaron por muchos obstáculos para que el modelo de conservación llegara a donde está ahora. Estoy seguro de que están sonriendo, dondequiera que estén”.

Las jirafas se yerguen cerca de un albergue turístico en Palmwag Concession.

Un elefante pasta en la vegetación sustentada por el río estacional Aba Huab.

En un área conocida como Little Serengeti por sus extensos pastizales, colinas escarpadas y profundos cañones barridos por el viento, el oryx y las gacelas pintan el paisaje salvaje mientras que las jirafas usan sus largas y moradas lenguas para arrancar las hojas de las acacias conocidas como espinas de camello. “Puede ser difícil vivir con los animales salvajes”, señala el jefe Kasaona. “Aún así, la gente los quiere aquí. Quieren medidas para prevenir el conflicto [humano-vida silvestre]. Pero no quieren que se lleven a los animales”.

Los leones representan un desafío particular. Tras la llegada del sistema de conservación de Namibia, la población de leones aumentó casi cuatro veces, después de caer en picada durante gran parte del siglo XX. Aunque el número de su población fluctúa, el rango de los grandes felinos se ha expandido. Una reciente y prolongada sequía ha forzado a la vida silvestre y al ganado a tener cada vez mayor proximidad. Y los espacios pequeños o cercanos pueden provocar conflictos: los leones, las hienas y otros depredadores han sido responsables de miles de ataques de ganado. Los asesinatos en represalia son la principal causa de mortalidad de leones jóvenes y adultos en el noroeste de Namibia.

En un pueblo cerca del parque propuesto de Ombonde, el pastor himba Tjimbali Kamendu vive una vida sencilla en una choza cubierta de barro, no muy lejos de las curvas de uno de los ríos que ofrecen senderos con vegetación a través del hábitat. Kamendu pasa sus días cuidando a sus cabras en el veld o llevándolas al agua para beber. Las cabras son fundamentales para el sustento de las personas aquí; Kamendu dice que sabe de inmediato si falta alguna.

Aquí es donde entran los Lion Rangers, guardaparques empleados por la conservación. Estos guardaparques trabajan con los investigadores y el gobierno y manejan los conflictos de manera proactiva colocando en los leones collares que se comunican con receptores ubicados en las aldeas. Este sistema de alerta temprana alerta a los pobladores cuando hay leones cerca y les permite rastrear qué tan cerca están los leones y en qué dirección se mueven; además, las luces y sirenas que funcionan con energía solar mantienen a los leones alejados de los corrales de ganado.

“Los agricultores se sienten muy bien con este sistema que evita tener pérdidas de ganado ya que pueden saber cuándo se acerca un león con collar”, dice el guardaparques Jendery Tsaneb. Comenta que los agricultores se han convertido en socios críticos que los ayudan a hacer su trabajo al compartir información. “Si ven un león que no tiene collar, nos lo dicen”, agrega.

En su papel de guardaparques de rinocerontes, Erlyn Touros de Uibasen Twyfelfontein Conservancy escanea el paisaje en busca de rinocerontes.

Hofney Gaseb, un guardaparques de Save the Rhino Trust, observa un rinoceronte negro en la distancia. El compromiso y el orgullo de la comunidad son el centro de los esfuerzos para proteger a los rinocerontes de Namibia.

El rinoceronte negro es uno de los mejores ejemplos que muestra la voluntad de los namibios de proteger su vida silvestre. Hoy en día, la población más grande de África de rinocerontes negros que se desplaza libremente se mueve por la región de Kunene, en el noroeste de Namibia, donde se encuentran no solo en áreas protegidas tradicionales como el Parque Nacional de Etosha (la tierra central de los rinocerontes), sino también en zonas comunitarias bajo la vigilancia de las conservaciones. “Es el único lugar en el mundo donde se encuentran rinocerontes negros que deambulan libremente y viven entre las comunidades”, menciona Simson Uri-Khob, director ejecutivo de Save the Rhino Trust.

En las profundidades del territorio de Torra Conservancy, un rinoceronte negro se asoma entre los matorrales que lo protegen.

“Como namibios, hemos hecho cosas que nadie en este mundo ha hecho antes. Hemos asegurado especies de vida silvestre que se extinguieron en otros países. Viven fuera de las áreas protegidas y deambulan libremente en sus hábitats naturales. Es una victoria para nosotros ver que las conservaciones reservan más tierras para la conservación. Todos ellos son personas comunes, pastores de ganado que han practicado la gestión comunitaria de los recursos naturales y quieren dar el siguiente paso”

JOHN KASAONA
Director Ejecutivo de Integrated Rural Development and Nature Conservation

El fideicomiso es uno de los grupos de conservación de rinocerontes negros más antiguos y el único que tiene un acuerdo con el gobierno para monitorear la población y realizar investigaciones sobre rinocerontes negros en la remota región de Kunene. El grupo fue pionero en la estrategia de poner el bienestar de los rinocerontes negros en manos de las comunidades que viven con ellos, y valió la pena. En el área donde opera el fideicomiso, el número de rinocerontes negros se ha triplicado en tres décadas. El rango de los rinocerontes también se ha expandido y la gente pagará por verlos. “Ahora que las personas obtienen beneficios directamente de los rinocerontes, están orgullosos de tenerlos aquí y de protegerlos”, señala Uri-Khob.

Para algunos, la protección de los rinocerontes se ha vuelto central tanto para la vida como para el sustento. Los hombres y mujeres empleados como guardaparques en la región son maestros en el seguimiento de los animales en su árido y precario hogar. Es un terreno que acaba con las botas y los neumáticos, pero los guardaparques se mueven por el hábitat con aparente facilidad, hablan con fluidez el idioma del rinoceronte: una roca volcada aquí, cejas de rinoceronte u orix en algunas plantas de euphorbia por allá.

Sebulon Hoëb comenzó a trabajar para Save the Rhino Trust hace 33 años y su hijo, Hofney Gaseb, ha seguido su ejemplo. “Aprendí a rastrear rinocerontes antes de saber leer”, dice Gaseb, recordando sus días de niño al lado de su padre y su hermano. En patrullajes que duran hasta 21 días seguidos, los guardaparques fotografían cada rinoceronte que ven, alimentando una base de datos que informa las decisiones de gestión. Los comprometidos guardaparques son reconocidos en las ceremonias de premiación anuales, pueden ganar bonos en efectivo relacionados con el desempeño y competir por el codiciado título de "Rhino Hero", que va acompañado de una chaqueta bomber para los meses más fríos.

De hecho, se está desarrollando toda una cultura en torno a la conservación del rinoceronte negro a través de iniciativas como una marcha anual de orgullo por el rinoceronte, una liga de fútbol con la marca de conservación del rinoceronte y proyectos de alfabetización temprana que ponen a los animales a la vista de los habitantes de las zonas rurales de Namibia.

“Sentimos que los rinocerontes son nuestros hijos”, dice Hoëb, orgulloso de cómo su trabajo ha apoyado a su familia y comunidad y ha consolidado lazos profundos con la tierra salvaje que ama. De igual importancia está el hecho de que los rinocerontes atraen a los turistas y su presencia genera trabajo e ingresos. El otro hijo de Hoëb, Rodney, es guía de rinocerontes.

“Si no tienes a las comunidades de tu lado en la conservación no hay esperanza para ti”, comenta Uri-Khob de Save the Rhino Trust. “Conocemos a las personas que empleamos y las autoridades tradicionales las conocen. Las comunidades los conocen. Son los niños que crecen en las comunidades los que mantienen vivos a estos rinocerontes”.

Hace solo dos años, dice, un grupo de cazadores furtivos del norte entró en una de las áreas patrulladas.

“Antes de que llegaran, las comunidades ya los conocían”, menciona Uri-Khob. “Los cazadores furtivos fueron arrestados antes de que pudieran hacer daño”.

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La caza furtiva es solo uno de los desafíos que enfrentan las conservaciones. En los últimos años, la pandemia de COVID-19 demostró que depender únicamente del turismo para financiar las áreas de conservación las deja vulnerables a eventos disruptivos que impactan en los viajes globales. Al mismo tiempo, la prolongada sequía ha aumentado el conflicto por las tierras de pastoreo y el agua y ha acabado con una gran cantidad de ganado y vida silvestre, incluidas las crías de rinoceronte.

La satisfacción que se obtiene con las áreas de conservación varía de un área a otra, según el nivel de compromiso local, cuántos ingresos se generan y cómo se comparten. Para las conservaciones con más vida silvestre o los entornos más espectaculares puede resultar más fácil ganar dinero con el turismo, por ejemplo. Incluso con la nueva visión del puente terrestre Skeleton Coast-to-Etosha, y las ganancias que podría proporcionar el Ombonde People's Park, no todos se benefician por igual, y algunos sienten que no se benefician en absoluto. Sin embargo, más de tres décadas de gestión comunitaria de los recursos naturales han demostrado el valor de trabajar juntos para superar estos desafíos.

“Ahora tenemos todo un panorama de conservaciones con la misma ambición reunidas en esta área”, señala Maxi Louis, director de la Asociación de Organizaciones de Apoyo a la Gestión de Recursos Naturales de Base Comunitaria de Namibia. “Y cuando las conservaciones se unen institucionalmente”, agrega, “estás abordando muchos problemas a escala”, incluida la gestión de la vida silvestre, los conflictos entre los humanos y la vida silvestre, la gobernanza, la caza furtiva y la equidad de género.

Los miembros del grupo de acción Women for Conservation se reúnen para discutir sus prioridades, que incluyen asegurarse de que las voces de las mujeres estén representadas cuando se toman decisiones de conservación.

En la oficina de Ehi-Rovipuka Conservancy, Tjavarekua Tjijahura y 16 miembros de Women for Conservation se reúnen para hablar del parque propuesto.

Han pasado cuatro años desde que ella se inspiró por primera vez en el entorno y su potencial turístico, y está claro que disfruta su papel no solo como presidenta del grupo, sino también como defensora de su cultura y la inclusión de las mujeres.

“La visión de esta iniciativa me motivó a ponerme de pie y decirles a las mujeres que podemos desempeñar un papel más importante. Aunque las mujeres se han quedado atrás, una vez que toman algo, lo toman con las dos manos”, comenta.

“Somos las cuidadoras que nos aseguramos de que los niños estén alimentados y vayan a la escuela”, agrega Linda Kavetu, miembro de la conservación. “¿Por qué no deberíamos contribuir más a la conservación y al turismo? Creará empleos para nuestros hijos”.

Otro miembro, Tuaendasanavi Ruhamba, asiente con la cabeza mientras acurruca a un niño en su regazo. El bebé nació cuando la discusión sobre la creación de este gran paisaje vinculado estaba en su apogeo. Tomando al regordete bebé de seis meses en sus brazos, Tjijahura sonríe y lo mueve un poco. “Este pequeño se llama Uekerondavi”, dice. “Su nombre significa ‘paisaje’”.

EL MOVIMIENTO IMPORTA | Los pastores atienden a sus cabras en las tierras de Anabeb Conservancy. La libertad de seguir las oportunidades de pastoreo es vital tanto para las comunidades rurales como para la vida silvestre.

WWF agradece el generoso apoyo de Bezos Earth Fund, USAID y muchos otros cuyo compromiso con la conservación con enfoque en las comunidades en Namibia está ayudando a garantizar un futuro sostenible para su gente y proteger la vida silvestre y los recursos naturales del país para las futuras generaciones.